El título de esta obra,
“El Eclipse” integrada en la trilogía de “El Guerrero Solar” está inspirado
esencialmente al hecho cósmico de que en las civilizaciones, culturas y en el
dominio de la naturaleza, cuandoquiera desaparecen las potencias de luz, son
precisamente las fuerzas más oscuras y desconocidas las que rigen las vidas,
aunque no necesariamente los destinos de las vidas.
Fue precisamente durante
el desmantelamiento de la Orden de los Caballeros Templarios por el rey Felipe
IV, “El Hermoso” de Francia en el siglo XIV lo que supuso un acto que dejaría a
Occidente sumido en una progresiva penumbra. Esta “penumbra” u oscuridad
comenzó a arreciar primeramente a nivel de los Estados y monarquías,
corrompiendo la nobleza e integridad de las aristocracias, y poco a poco tal
penumbra esparció luego su sombra hasta las clases populares, siendo el
epicentro de tal fenómeno decisivo la catedral de Notre-Dame en París, en el
año 1314, cuando el último Gran Maestre de la Órden Templaria, Jacques de
Molay, fue quemado en la hoguera debido a falsas inculpaciones de herejía.
Este hecho, como se
describió en “Orígenes, Ascenso y Decadencia” de la trilogía “El Guerrero
Solar”, supuso un punto de inflexión en Occidente, constituyendo lo que para
muchos sería el fin de la Edad Media y el comienzo de los tiempos modernos.
Este evento propició asimismo la progresiva emergencia del SuperDragón en el
dominio humano -descrito en más detalle en el libro previo de la trilogía “El
Guerrero Solar”- y el hombre en Occidente se halló visceralmente expuesto a
semejante entidad, sólo pudiendo “conjurar” aparentemente su amenaza mediante
la ciencia reduccionista, las ideologías y las religiones seculares o
monoteístas.
Surge ante este nuevo
estado de las cosas la pregunta acerca de qué estamentos o grupos humanos de
poder pueden hacerse con el control efectivo de la nueva situación emergida. Y
he aquí que como otro hecho clave de la historia moderna acontece la
constitución de la Masonería Especulativa en Londres, en el año 1717, un grupo
de hombres eminentes en diversos campos que lograron superar temporalmente la
crisis de sentido causado por la ausencia de principios Solares a nivel de
Estado e individual, recurriendo sin embargo a la sustitución de tales
principios antiguos por ideas abstractas, las ideas de la ilustración, en la
que se asume de forma implícita una interpretación materialista de la
existencia aplicada absolutamente a todas las cosas. Así, tanto la ciencia, la
economía como la política comenzaron poco a poco a subordinarse al culto de la
materia bruta, esto es, un culto a las formas más pasivas e inertes de la
materia que ya no está asociada a ningún principio rector de orden metafísico,
sobrenatural y Solar. Comienza así el
imperialismo de las masas modernas.
Estas ideas agresivamente
racionalistas propugnadas por la Masonería Especulativa -grupo político
denominado en “El Eclipse” como “Los Señores del Templo Oscuro”- fueron luego
propagadas a todos los estratos de la sociedad Occidental moderna, llegando
inevitablemente a nuestros días. Y sin embargo, una de las enseñanzas que la
Masonería Especulativa descartó de las diversas estructuras más antiguas de la
Masonería (los Rosacruces, Francmasones y constructores de Catedrales del
medioevo tardío…) era el peligro resultante de la sugestión y de la propaganda
de ideas cuando el individuo sometido a tal propaganda no ha recibido una
instrucción adecuada. Es precisamente esta intrusión en el dominio
subconsciente del individuo lo que incentiva todavía más la alienación de tal
individuo y la progresiva brecha entre las acciones específicas del individuo,
y lo que tal individuo dice, piensa o puede comprender acerca de tales
acciones.
Fueron precisamente las
nobles castas Guerreras las que comprendían de forma natural que “las acciones
hablan más alto que las palabras”, pero en el siglo XVIII de Occidente esta
cosmovisión estaba ya prácticamente extinta, favoreciendo al contrario un culto
exacerbado de la razón, los conceptos abstractos, las ideologías y los
idealismos, todo ello sumergido además en una visión romanticista y económica
de la existencia que cada vez se desligaba más del dominio efectivo de la
acción y del sentido de tal acción, la cual poco a poco se tornó autónoma e
independiente de la voluntad humana. Aunque ni siquiera la Masonería
Especulativa era realmente consciente de lo que hacía, en el fondo la difusión
y propaganda de las ideas de la ilustración resultaron medios muy efectivos a
la hora de catalizar la propagación del SuperDragón a todos los niveles,
primero en el sentido de mejorar la distribución de su sangre, el petróleo
-llamado en la Edad Media “acqua infernales” (el agua del infierno)- y segundo
en el sentido de dejar al hombre moderno cada vez más expuesto a la
movilización extrema de sus acciones, acciones en gran medida pasivas y que el hombre,
no consciente de la causa o “motor inmóvil” que dirige tales acciones, sólo
puede al final padecer y sufrir de forma pasiva.
En todo esto, tanto el
capitalismo como el comunismo proliferaron en el siglo XIX y XX como dos
ideologías que sólo difieren en los medios que emplean, pero que se dan la mano
respecto de los fines ¿Y cuáles son estos fines? La constitución de una
sociedad opulenta donde la superproducción y la satisfacción constante de las
necesidades y los deseos atrofia en el hombre la posibilidad de cuestionarse el
sentido y la necesaria lucha por el
sentido, el cual, como dijimos antes, sólo puede ser otorgado por principios
solares legitimados políticamente en el Imperio
Solar. Pero la idea de Imperio Solar
había sido ya maldecida por la Iglesia desde el Siglo XV, y cuando emergieron
como ideologías tanto el capitalismo o comunismo, ya no existía casi un solo
rastro de la idea de Imperio Solar en
ninguna parte. Y sin embargo, no por ello las finalidades estaban ausentes,
sino que el hombre Occidental, cegado por visiones falsas, abstractas e
ideológicas de la existencia, simplemente estaba incapacitado para poder ver el
sentido. Y esencialmente el sentido de las acciones humanas en el siglo XIX
iban en una dirección muy concreta: La constitución progresiva del Estado
Tecnocrático planetario: El Tecno-Sistema.
En este video, el autor, Miguel A. Fernandez explica las consecuencias de las revoluciones modernas en el espíritu solar y tradicional del arte guerrero
Es en esta segunda parte
del libro “El Eclipse” donde emerge el reto de poder observar con nuevos ojos
la configuración de poder aparecido con fuerza en el siglo XX denominado Tecno-Sistema, el cual constituye
-especialmente en nuestros días- la entidad que en última instancia rige el
destino de la humanidad entera.
Como fase preliminar a la
hora de poder arrojar luz sobre tal superestructura e infraestructura de poder,
es imprescindible como requerimiento previo un purgado ideológico del individuo que se enfrenta a tal tarea. En
cierto modo, se podría decir que en este punto nos hallamos ya en el ecuador de
la trilogía “El Guerrero Solar” y que hasta este momento se ha descrito en gran
medida la lucha de la visión religiosa monoteísta de la existencia (el “Dios”
cristiano en el caso de Occidente) y de las diversas ideologías frente al
antiguo y misterioso ideal sagrado del Imperio
Solar. Hasta este punto de la trilogía se describen las genealogías
principlaes de las diversas ideologías e ilusiones modernas, las cuales se
corresponden a grandes rasgos con la ideología de la felicidad, la ideología
del trabajo, la ideología de la ciencia y la ilusión de la política. A muchos
lectores les sonará chocante que la felicidad de tipo moderna se corresponda
con una ideología, pero en este libro se describe en detalle cómo tanto la
felicidad, el trabajo y la ciencia, en el momento que exigen de condiciones
materiales que fomentan la pasividad y el “dejarse ir” del individuo, se tornan
necesariamente ideológicas. La felicidad verdadera, al contrario, se
corresponde con una felicidad activa, y un estado de ánimo positivo de aquel
individuo que está dispuesto a luchar por su destino, y este tipo de actividad
feliz no puede corresponderse con el trabajo concebido en términos
exclusivamente económicos o de producción; esta actividad feliz se ejecuta de
modo incondicional y no tiene ningún apego al dolor, al placer ni a las
consecuencias o recompensas de tal actividad… En resumen, la felicidad
verdadera no es un objetivo sino una condición de existencia. Pero cuando el
individuo espera una recompensa de su trabajo, o una satisfacción de sus
necesidades o deseos, éste es el signo inequívoco de que el trabajo exigirá
eventualmente de una ideología para su justificación. Esta diferencia entre la
felicidad hedonista/bienestar/comfort de tintes ideológicos y la felicidad
activa, es equivalente a la diferencia que existe entre la ciencia moderna
reduccionista y la ciencia sagrada que todavía existía en el medioevo y la
cosmovisión gótica. Y aunque esto sonará chirriante a muchos oídos, también la
ciencia moderna es altamente ideológica, pues su intrínseca idea de objetividad
independiente del sujeto que conoce, elimina inevitablemente el sujeto, y en
última instancia elimina el posicionamiento verdaderamente activo del individuo
conocedor, que no tiene más remedio que volverse pasivo frente a los objetos
del conocimiento y las construcciones de la ciencia. Así, como hipótesis de
trabajo elegido activamente en esta segunda parte del libro “El Eclipse” se ha
decidido descartar cualquier interferencia causada por una visión política de
la existencia, aunque será precisamente en el tercer libro, “El porvenir” donde
se profundizará más en la cuestión de la ilusión y virtualidad de la política
moderna, demostrando su total impotencia frente a las leyes y desarrollos del
Tecno-Sistema mismo, y demostrando por tanto que la hipótesis empleada en este
segundo libro de la trilogía “El Guerrero Solar” es adecuada. Este ejemplo
sirve para poner de relieve que los métodos de la ciencia moderna en sí mismas
no tienen valor ninguno, si no se pregunta a qué fin sirven y a qué contextos
se adaptan.
Por tanto, en la segunda
parte de “El Eclipse” se comenzará a describir el Tecno-Sistema, atendiendo
exclusivamente a paradigmas científicos modernos. Esta parte de la trilogía
será quizá la más difícil para muchos lectores, pues se profundiza en conceptos
de física clásica, termodinámica, física de sistemas, etc. Pero sin embargo, a
pesar de su insalvable dificultad, se trata de la exposición de una radical
visión materialista de la existencia que se ha escogido a propósito para llevar
al límite y a la reducción al absurdo la idea misma de “sólida” materialidad, y
ello sin tener que recurrir en ningún caso a paradigmas como la mecánica
cuántica.
Es en este ecuador de la
trilogía “El Guerrero Solar” donde se pretende en primera instancia capturar el
fenómeno de la formación de las estrellas y el Sol mediante paradigmas
mecanicistas, deduciendo al fin la incapacidad de estos paradigmas para “tocar”
el fenómeno neguentrópico de los
soles y de la vida misma. Es en este punto donde el lector podrá percibir entre
líneas como la potencia Solar se rebela del texto mismo de “El Eclipse”,
queriéndose expresar en nuevos modos, facilitando así a algunos hombres la
posibilidad de nuevamente en el siglo XX vencer a los Titanes y domar las
fuerzas ígneas del SuperDragón mediante principios eminentemente Solares.
Pero antes de describir a
estos pocos hombres de virtud heroica que emergieron como estrellas fugaces en
el firmamento del siglo XX, será conveniente primero escalar desde la más pura
materialidad metálica del Tecno-Sistema hacia el dominio técnico y tecnológico,
introduciendo al lector en un concepto nuevo y revolucionario: la tecnicidad. El concepto de tecnicidad recupera del mundo antiguo el
concepto de techné, y lo contrapone
como luz a la oscuridad de la técnica funcional y cibernética que comenzó a proliferar
en el siglo XX y que determinó asimismo la estructura de las más diversas
ciencias y tecnologías. Se describe además la génesis del motor de combustión
interna como un hecho de gran significación a la hora de demostrar que en el
dominio tecnológico e industrial pueden tener lugar procesos autónomos que
imitan a aquellos de la vida, y con los que el Guerrero Solar puede establecer
un vínculo que recupera nuevamente aquel vínculo que ya existía siete siglos
antes entre el Caballero Templario y su Espada. Estas posibilidades emergieron
como casos muy aislados en el siglo XX, pero como toda estrella fugaz, dejaron
detrás de sí una estela de luz que se propaga indefinidamente… Éstos hombres,
paradigmas heroicos de estas nuevas posibilidades en el seno de las sociedades
modernas, fueron el neocelandés Burt Munro, el estadounidense Chuck Yeager y el
alemán Ernst Jünger. Los dos primeros viviendo en efecto una vida “de película”
que fue inevitablemente llevado al cine, y el tercero aún esperando a un director
genial que logre llevar su extraordinaria biografía heroica a las grandes
pantallas.
Y sin embargo, estos
hombres no constituyeron más que estrellas fugaces en la progresiva oscuridad
de Occidente, una oscuridad sin embargo cada vez más iluminada por los focos
del mundo del espectáculo y de la diversión. Y es que en “El Eclipse” se
describe en profundidad cómo alrededor del año 1940-1950 el Tecno-Sistema se
tornó físicamente cibernético en los departamentos del Instituto Tecnológico de
Massachussets de E.E.U.U, favoreciendo nuevamente el contra-ataque de la
técnica funcional a expensas de la tecnicidad,
y consecuentemente dejando al hombre en segundo plano frente a la autonomía de
un sistema que le extirpaba profundamente la más íntima responsabilidad. Esto
impulsó necesariamente el contraataque de las ideologías y de las
compensaciones humanas más diversas, siendo el hiperconsumo, el espectáculo y
las drogas las formas más empleadas en la década de los 40-50a partir de la
constitución cibernética del Tecno-Sistema, convirtiendo a la enorme masa de
hombres de Occidente y Oriente a la esclavitud feliz y sumisa, tintada de
pasatiempos políticos y de deportes televisados.
Y sin embargo la luz del Imperio Solar sigue sin dejarse vencer
del todo, del mismo modo que en una eclipse total siempre hay pequeños
resquicios que anuncian que tal oscuridad no puede durar para siempre… Así, al
final de “El Eclipse” emerge nuevamente de las profundidades más remotas de la
noche de los tiempos una nueva forma de concebir la lucha y la guerra, una
forma imperial, noble y guerrera de concebir el conflicto humano en todos sus
niveles. Será el chaturanga, el juego
de ajedrez primordial, que vencerá al cerebro cibernético del Tecno-Sistema, no
sobre el tablero, sino en el dominio de la eternidad.
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"El Eclipse" Índice de contenidos
Primera Parte
Los Señores del Templo Oscuro
La transparencia y brillo del diamante deviene carbón
El brillo del oro se transmuta hacia la negra “Acqua
Infernales”
Comienza la creación en masa del SuperEstado
Capitalismo y comunismo: oponentes ideológicos que sirven a
la Tecnoestructura
Notas a la Primera Parte
Segunda Parte
El Tecno-Sistema. Características a vuelo de pájaro
La predecibilidad en el seno del caos
El atractor: equilibrio en el caos
Los patrones de largo alcance. Información y ondas
Notas a la Segunda Parte
Tercera Parte
El Sol. El Centro del Universo
El milagro de la formación de las estrellas
La interacción entre el Sol y el hombre
El Tecno-Sistema. El problema del lenguaje
La recuperación de la visión poética del lenguaje
La praxis técnica: técnica como techné o poiesis
Técnica como funcionalismo
La máquina. Nace la célula del Tecno-Sistema
Génesis del motor
Las primeras tentativas para cabalgar el SuperDragón
Surge el sueño del trabajador heroico
Emergen los nervios del Tecno-Sistema
La visión cibernética
Virtudes y limitaciones de la visión cibernética de la
realidad
Jaque-mate al paradigma cibernético
El Tecno-Sistema: Definición
Notas a la Tercera Parte
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